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Desde Matanzas, la Atenas de Cuba

O C T U B R E

Por Alina Guede Rojas

A pesar de tener la certeza de que en instantes sería asesinado,  con voz enérgica dio su última orden. Esta vez,  al verdugo situado frente a él. “Apunte y sostenga bien el arma, va a matar a un hombre ”.

Una ráfaga de ametralladora lo atravesó y se derrumbó de costado mal herido, para ser rematado por otros disparos.

Fue el final. Era el 9 de octubre de 1967. Tenía 39 años de edad.

El día anterior, Ernesto Che Guevara había sido herido en una pierna en el combate de Quebrada del Yuro, donde fue hecho prisionero y trasladado al  caserío boliviano de La Higuera.

Su cuerpo sin vida fue atado inescrupulosamente a los patines de un helicóptero y trasladado hasta Vallegrande, donde – a modo de trofeo-- fue exhibido en el hospital local por un día y medio frente a pobladores, militares y periodistas, como prueba inequívoca de que se había dado caza a uno de los guerrilleros “ más peligrosos de ese entonces ”.

Para los cubanos, habían matado fríamente a un hombre y revolucionario excepcional, y como diría Fidel, a uno de los más admirados, íntegro a carta cabal, de honradez suprema, de sinceridad absoluta, de vida estoica y espartana, y a quien prácticamente en su conducta no se le podía encontrar una sola mancha.

Quiso la casualidad que otro octubre, un día 3, pero del año 1965, en La Habana se explicara la ausencia del Comandante Guevara en la conformación del Partido Comunista de Cuba (hasta entonces Partido Unido de la Revolución Socialista).

Como siempre, a la hora de esclarecer verdades, correspondió al líder de la Revolución ofrecer los detalles: “ Hay una ausencia en nuestro Comité Central, de quien posee todos los méritos y todas las virtudes necesarias y el grado más alto para pertenecer a él, y que sin embargo, no figurará entre los miembros de nuestro Comité Central ….” y a continuación, visiblemente emocionado dio lectura a la carta de despedida del Che para marchar  hacia otras tierras del mundo.

Octubre de 2010 convoca  a los habitantes de esta Isla a necesarias  tareas:   la permanente batalla por la  liberación de nuestros cinco compatriotas prisioneros del  Imperio;  la condena en la ONU contra el  bloqueo económico impuesto por Estados Unidos a nuestro país hace ya más de 50 años;  el enfrentamiento a la campaña mediática orquestada por los enemigos de la Revolución  y a la adopción de medidas para desarrollar la economía de la nación.

Che no se encuentra  físicamente entre nosotros como quisiéramos, pero sí lo está su imperecedero ejemplo, ese que no pudieron matar sus asesinos y que lejos de lograrlo, lo convirtieron en bandera para enfrentar la injusticia.

Sí lo están sus enseñanzas, su humanismo, su sentido del deber….., y pienso que como artífice y protagonista por excelencia de la solidaridad internacional, sonreiría satisfecho desde el altiplano boliviano, mochila y fusil al hombro, por las innumerables manos amigas que desde los más remotos rincones del mundo se extienden para hacernos llegar su ayuda, su aliento para seguir adelante.

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