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Desde Matanzas, la Atenas de Cuba

EN DEFENSA DE ATENAS...

EN DEFENSA DE ATENAS...

En defensa de Atenas

Por el Dr. Ercilio Vento Canosa*

 

 

No vengo a romper mis lanzas por la ilustre capital de los helenos, sino por esta otra, que por más cercana, a veces decursa en un injusto olvido. Vengo a hablar por aquella ciudad tantas veces cantada, tantas veces destacada u otras tantas, nominada con disímiles apelativos.

Traigo mi palabra para levantarla en la defensa de la Atenas de Cuba, la que fue llamada “Venecia entre ríos”, “la Tiro de Occidente”, “Gentil Yucayo”, “Nápoles de América”, en incluso, en la lengua de los esclavos africanos “Ata Aya”, Wolowo Asentú, Itiá Fondobá o Ilé Tun Tun; Reino de Sarabanda Zum-Briyumba, Cuna y Reino del Tambor, Asiento Divino, Cazuela de los Metales, tierra de consagración y reverencia que muchos vienen a pisar, expresamente a eso, como quien peregrina y toca con sus plantas un lugar especial de entre la vasta inmensidad de todo el orbe.

 

Todo viajero que llega a Matanzas en medio de la noche, o cuando ya se apagan en el horizonte los últimos reflejos del atardecer, y se aboca desde lo alto al paisaje fantástico de sus luces que se miran en el espejo de la bahía, no puede sustraerse a la magia que le trasmite esta ciudad singular, rica en primicias, noble en historia, gallarda en nacimiento, laboriosa y romántica con esa imprevisible sorpresa de puentes y ríos que la hacen única en toda la geografía nacional.

 

Ciertamente, la ciudad tiene heridas. Lesiones que le traen el tiempo y los hombres _ ¿más los segundos que los primeros?_ . Pero yo no vengo a hablar de las heridas, vengo, en defensa de mi Atenas, a reivindicar sus glorias, a decir que es una ciudad imprescindible, a repetir, como alguna vez se dijo, que es la ciudad que le faltaba al mundo.

 

Cuando otras ciudades han requerido alzarse en pueblo y edificio para adquirir un nombre, Matanzas vino a ser de un parto colosal; suma de sueños, de ideas, de planes en papel, de trazado fijo en el terreno y de hombres que cruzaron el mar para poblarla.

 

Nació ciudad de un golpe sobre la misma tierra que vio un día alzarse al cacique Guayucayex en la primera acción rebelde contra la conquista. No por vulgar sacrificio de reses o de cerdos, ni aún por la muerte de indígenas lleva la ciudad su nombre.

 

San Carlos y San Severino de Matanzas carga la gloria de ser el sitio donde aquel manso aborigen dejó de ser sumiso y en un golpe audaz escenificó para toda la historia cubana y americana una escaramuza que quizás se evada de un docto tratado de estrategia militar, pero que es historia escrita, inobviable e imprescindible además para que cualquier generación futura pise la tierra de Matanzas con la veneración y el respeto con que José Martí puso su planta en Venezuela, o el sentimiento que embargó a Bolívar en el Monte Sacro para ese juramento sublime de no descansar hasta ver libre América del yugo colonizador.

 

Matanzas es Atenas por José Jacinto Milanes, no aquel bardo insomne de codos en el puente, ni el que perdió la razón enamorado, sino el que ripostó al que le aconsejaba marchar a otro país donde su musa pudiera volar con libertad y prefirió seguir la senda de Cuba, ya la tuviera libre, o la supera esclava.

 

Milanés es la consagración de la matanceridad. Y lo es Carilda, con su verso de flor y fuego; Carilda, persistente, valiente, tenaz, siempre nacional; la que cantó a Matanzas con el músculo que late al sur de su garganta, la que lleva en sí toda la fuerza de la tierra y en sus ojos todo el verde de los ríos; por Heredia y el “Himno del Desterrado” y su visión de Pan, por José White, por Miguel de Teurbe Tolón y su contribución decisiva a la confección y diseño de la bandera y el escudo nacional.

 

Matanzas es siempre Atenas, sí; por hidalguía de cuna y por derecho propio. Por los fusilados numerosos como en ningún otro lugar, patriotas de las dos grandes contiendas emancipadoras de la libertad. Cada gota de su sangre derramada es cimiento de Cuba soberana, y en ese edificio colosal Matanzas es como piedra de esquina, columna o cerramento.

 

En Matanzas, se izó por primera vez la enseña nacional en toda Cuba, frente a su Plaza de Armas consecutivamente a la declaración de independencia, esa Plaza de la Libertad que alberga la segunda estatua levantada al Apóstol y que por el cuidado puesto en su confección, recoge el rostro más cercano al verdadero del Maestro.

 

Vengo a decir aquí también lo que por tantas veces dicho a veces se olvida, e incluso no se sabe. Matanzas es Atenas porque tiene en su historia más de 70 primicias culturales, fue la cuna del danzón, que es el baile nacional, y porque Byrne, el insigne cantor de la bandera, vio aquí la luz primera.

 

Matanzas es Atenas porque en un monumento al soldado desconocido, apenas empezado el siglo XX ya estaba escrita la consiga “Patria o Muerte”. Y lo es por hombres enciclopédicos como Trelles, Amoedo, Aballí, o por un Don Carlos de la Torre, o por esa raíz de nación que fueron los Guiteras y su colegio “La Empresa”, por los Jimeno y los Gener.

 

Pero no hay que mirar atrás. Matanzas es Atenas de Cuba por sus instituciones de renombre nacional que no necesitan de más oropeles que el propio mérito de haber hecho cultura buena y trascendente, no en un año ni en dos, sino en toda su larga historia.

Matanzas es Atenas por los artistas del lienzo o sus artesanos, por un Teatro Principal que vio desfilar sobre sus tablas artistas de mérito mundial, y lo es por Sauto y sus demás instituciones de la escena, donde trabajan y hacen arte actores y actrices de hoy; por la magia y la dignidad de Ediciones Vigía y Matanzas, por sus escritores y poetas, por la Biblioteca, por Raúl Ruiz, que aún anda por sus calles, por Américo Alvarado y sus leyendas, por la Oficina del Historiador de la Ciudad. Matanzas es Atenas por Radio 26, el Telecentro y todos los que trabajan con la imagen o la voz, por sus centros de educación superior, por el Seminario Evangélico de Teología, por el Museo Palacio Junco, o San Severino y su “Ruta del Esclavo”, o por el Morrillo que asistió al último combate de Guiteras.

 

Matanzas es Atenas, siempre Atenas, por su Sinfónica, y las cuerdas, voces y textos de sus músicos y cantores; por Plácido recluso y su plegaria camino del patíbulo desde el Hospital de Santa Isabel, el más antiguo de los nosocomios de Cuba en funciones ininterrumpidas desde 1838; por todos los hombres y las mujeres que hacen ciencia y educación; y lo es por Manzano y por todos aquellos que la imperdonable debilidad de mi memoria omite, pero que este texto abraza y rinde respeto, aún sin que les nombre.

 

Matanzas es Atenas porque en una lejana región del Orinoco venezolano una mujer, médica e internacionalista, tuvo un recuerdo para su ciudad natal y comparó el inmenso río con los de su patria chica, porque evocó el verde de allá con el verde de acá y realizó con sus palabras el mágico conjuro de todas las aguas y sus ojos saltaron el espacio, y por instantes la devolvieron a su emporio de sueños.

 

Matanzas es la ermita que vuelve a la vida, es el compromiso y el amor de sus hijos que la defienden y que dentro o fuera de Cuba no dejarían, sin chovinismos de escolar, dejar que la mancille una comparación vejaminosa, un adjetivo injusto, un juicio peregrino, una desvalorización superficial.

 

Matanzas es el decoro de los hombres y mujeres que la habitan. Y si acaso el viajero olvida cuanto he dicho, si obvia estas razones, simplemente le invito a caminar la ciudad, a hablar con sus poetas, actores, pintores, cantores, danzantes, músicos y escritores, a mezclarse con el pueblo sencillo y laborioso que la habita, a ver lo nuevo y la pujanza del esfuerzo, a descubrir los verdes y los azules, y entonces, si se abre el corazón a esta ciudad, allí será hallada escondida entre ellos, orgullosa, tranquila y alerta, el Alma de la Ciudad; en fin, mi indiscutida, histórica y gallarda, siempre Atenas.

 

*El doctor Ercilio Vento Canosa, es el presidente de la Sociedad Espeleológica de Cuba, prestigioso doctor en ciencias forenses, investigador de la historia de Matanzas, escritor, profesor de la Facultad de Ciencias Médicas de Matanzas y una destacada figura de la cultura cubana.

 

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